EN EL DESVAN DE LA MEMORIA
Estos días nos encontramos, en parques, calles y plazas una gran cantidad de niños vestidos de fantasmas, esqueletos, brujas, muertos vivientes y mil disfraces más que la importación de la fiesta anglosajona de Halloween nos ha regalado en los últimos tiempos. Y me estoy dando cuenta que cada año va a más. Quizá por ello, esta noche, reflexiono sobre esas otras fiestas del uno de noviembre y del día dos, o día de las ánimas que no son lo mismo en aquella infancia perdida para siempre pero no por ello olvidada. Recuerdo los días grises de un otoño en pleno apogeo y, que siempre, era el uno de noviembre la fecha escogida por nuestras madres y abuelas para que estrenáramos la ropa de abrigo de la temporada. Visita obligada al cementerio, de la mano de nuestros padres, y flores en las tumbas de aquellos seres que se fueron para siempre y que en su gran mayoría eran desconocidos para nosotros pues habían fallecido, incluso, años antes de nuestro nacimiento. Pero antes había