EL BARCO FANTASMA (Leyenda Regional-4)
EL BARCO FANTASMA
Esta leyenda que os presento, y que ocurrió en Cartagena, me la contó hace muchos años un viejo pescador de Santa Lucía que además me aseguraba que era muy conocida entre las gentes de la mar en la Azohía, el Portús, Escombreras y Cabo de Palos. En definitiva en los lugares más concurridos de los pescadores de esta zona del litoral Mediterráneo.
Repasando mis apuntes y testimonios recogidos por numerosos lugares de nuestra Región sobre tradiciones y costumbres me he encontrado, de nuevo, con esta vieja historia que ahora os transcribo porque me da la impresión que ha quedado olvidada y las nuevas generaciones, especialmente, desconocen esta preciosa historia que tiene por escenario la ciudad trimilenaria.
Nuestra historia se inicia en el Castillo de la Concepción desde finales del siglo XVI al comienzo del XVII. Esta fortaleza también se la conoce con el nombre de "Castillo de Asdrúbal" y es una fortaleza de construcciòn medieval del siglo XIII o XIV, hay varias versiones al respecto, y está enclavada en el cerro del mismo nombre que se alza, majestuoso, sobre la ciudad de Cartagena y su inexpugnable puerto. Las vistas desde allí son extraordinarias y es un privilegiado lugar para controlar las entradas y salidas por mar. El Castillo de la Concepción tuvo una importancia de tal calibre en la defensa de la ciudad que su silueta aparece en el escudo oficial de la ciudad.
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Era doña Elvira mujer de gran belleza que vivía en aquel castillo pues, su padre, era el "Alcaide" del mismo y a él estaban confiadas las defensas de la villa. La fortaleza fuertemente custodiada por una amplia guarniciòn militar tenía la misión de vigilar, noche y día, la entrada y salida de barcos del puerto cartagenero y especialmente extremar las defensas ante los posibles ataques de faluchos y barcos que, del norte de África, con piratas y berberiscos quisieran atacar a la ciudad y sus habitantes.
En ese ambiente se crió la bella Elvira que tenía a varios caballeros rendidos ante sus encantos. Uno de ellos era don Lorenzo Ruiz, caballero de noble linaje, rendido enamorado de la dama y hombre de confianza de su padre el Alcaide de la fortaleza. Pero, Elvira, siempre se negaba a tener relaciones con el mas allá de las que dictaba la vecindad y la educación recibida. Como hombre, el tal don Lorenzo, no le gustaba a la joven.
De quien si estaba enamorada era de Yusuf Ibn Rasí. Joven musulmán que vivía en la desaparecida calle de la Pólvora en el cerro del Molinete. Comerciante de sedas y tejidos era además propietario de una nave con la que, frecuentemente, viajaba a países de Oriente para traer mercancías que posteriormente eran vendidas y muy solicitadas por las damas de la alta sociedad de la ciudad. Su fama de comerciante unida a la belleza del joven mercader lo hacían acreedor del amor de muchas damas que suspiraban por el joven musulmán. Pero este no tenía ojos más que para doña Elvira a la que amaba profundamente.
Decidido estaba a pedir la mano de Elvira cuando el rey Felipe III firmó la orden de expulsión de los moriscos de los reinos de España. El monarca aprobó el decreto de expulsión en el año 1609 ante el temor de un posible respaldo militar a una invasión otomana en España. "Sean expulsados todos los cristianos nuevos moriscos, así como hombres, mujeres, niños y ancianos excepto los que fueren esclavos"
Transcurrieron los años y cuando la boda estaba anunciada, al enterarse el despechado Lorenzo Ruiz, y cegado por los celos, denunció el engaño de Yusuf ante la Inquisición que procedió a su detención y tras dolorosa tortura en la que confesó el engaño de su conversión fue condenado a la hoguera y murió entre las llamas.
Habían transcurrido dos años de la muerte del joven comerciante de sedas, el converso don Carlos, cuando una de sus hermanas Nahid, mujer también de gran belleza, sedienta de venganza por la muerte de su hermano a manos del Tribunal del Santo Oficio sedujo a don Lorenzo Ruiz haciéndole creer que estaba perdidamente enamorada de él. Una noche, con engaños y falsas promesas de amor, lo citó en el viejo camino de Canteras donde acudió el caballero imaginando una velada junto a Nahid disfrutando de los frutos del amor. Allí, en una alquería, la dama le ofreció bebida a la misma vez que le acariciaba y le prometía toda suerte de fantasías en aquella noche de amor y sexo. La bebida era una potente droga que dejó sin sentido a Lorenzo y a merced de sus captores sedientos de venganza.
Alberto Castillo Baños
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