OTRA VEZ HA LLEGADO EL OTOÑO
La rueda imparable del tiempo nos ha vuelto a regalar la estampa del Otoño. La estación de los tibios soles amarillos, los días mas cortos y, al anochecer, la suave brisa precursora de cierzos fríos que llegarán sin duda. La poda de árboles en plazas y jardines. Las primeras hojas alfombrando el suelo que pisamos e incluso las primeras castañeras en las esquinas de las calles. Suena Mahler en mis auriculares y me dejo llevar por una melancolía que me arrasa las estancias más íntimas del alma. Es la presencia de un nuevo otoño. En el calendario y en el alma
En este tiempo, más que en ningún otro, das cuenta de lo efímero de todo. Especialmente de la vida. Eres consciente que no merece la pena luchar por según que cosas. Que la vida es un relámpago y que pasamos por este mundo de puntillas sin que nada ni nadie pueda evitarlo. La muerte llega cuando tiene que llegar y nunca se adelanta un solo un día. Entonces te harán bellos panegíricos porque, en esta vida, somos demasiado aficionados a ensalzar la figura de quien se ha ido para siempre. Cuando ya no sirve para nada. Solo el olvido es mejor que el olvido. Solo la muerte es mejor que la propia muerte. Nada hay que la supere o la iguale.
Cuando ya no estas te lloran, te añoran, dirán que has sido el mejor y que servías de modelo para no se cuantas cosas..... y mientras tu cuerpo yace sobre la fría losa del tanatorio, en una improvisada capilla rodeado de coronas florales de mil colores, cintas de deudos que lloran tu ausencia y un crucifijo metálico. Ellos, los que vayan a visitar y consolar a la familia, seguirán haciendo loas a tu persona y a la irreparable pérdida que supone tu muerte. Y entre viaje y viaje a la cafetería del establecimiento mortuorio se permitirán incluso reír, contar chistes o anécdotas de toda índole queriendo escapar, si ello fuera posible, de la cruda realidad de la muerte que está presente en todo cuanto les rodea en aquel recinto frío e impersonal. Mientras, los cuerpos inertes, quedan expuestos dentro de sus respectivas cajas tras los gruesos cristales de unas ventanas que separan la vida de la muerte.
Fuera, en la calle, los rayos del tenue sol del otoño irán poniendo tintes amarillentos a un paisaje de dolores. El cielo quedará barrido por los cierzos primeros. El entorno se cubrirá de tonos grisáceos que, de vez en cuando, traeran y repetirán el milagro de la lluvia en esta tierra nuestra y allí en el interior del tanatorio, los que se decían en vida tus amigos, buscaran resguardo ante el cambio inesperado del tiempo que se viste de otoño como llorando ausencias.
La vida es efímera. La vida es un relámpago. Un suspiro. Un sin sentido en muchas ocasiones que te quita de pronto el velo que cubría tus ojos y te muestra, con toda su crudeza, la realidad que no has querido ver nunca. Estas solo en este mundo y solo volverás a la tierra que te abraza como amante paciente sabiendo que, más pronto que tarde, volverás a ella sin remedio.
Por eso huyo de todo y de todos. No quiero halagos ni lisonjas. No quiero plañideras que lloren en mi último viaje. No quiero más dolor que mi dolor. No busco mas soledad que mi soledad. La amistad, en muchos casos, es pura mentira y falacia. Tanto tienes tanto vales. Si me conviene estar contigo es porque busco algo a cambio. Solo estas y solo vives. Lo demás es accesorio.
Solo la tierra, cálida y amorosa, te aguarda para darte el último abrazo y prepararte la postrera morada. Esa que, en otoño, cubren las hojas que los primeros cierzos despojan de los árboles y los tibios soles calientan mientras se aguarda el milagro de la lluvia que se repite siempre y limpia el polvo acumulado sobre la fría losa de mármol que nadie se acuerda que existe en cualquier cementerio olvidado.
Sigue sonando Mahler ...... banda sonora de una vida que discurre en un suspiro.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar