DICEN QUE EL PESCADO ES CARO
En 1894, Vicente Blasco Ibañez, en el diario "El Pueblo" publicaba por entregas su segunda novela "Flor de Mayo" Ambientada en el barrio valenciano de El Cabanyal (El Cabañal) donde vivía el autor. Junto a "La Barraca" "Cañas y Barro" y "Arroz y Tartana" esta obra sobre la vida y miserias de los pescadores valencianos es de las mejores novelas de Blasco Ibañez, y junto a las anteriores, la colección de las grandes obras costumbristas de la literatura española.
Flor de Mayo es un drama de pasiones, amores descontrolados, celos, venganzas pero también un fresco natural donde, ante los ojos del lector, aparece con total crudeza la dura vida de los hombres de la mar.
En un pasaje de la novela, y tras un trágico naufragio donde pierde la vida Pascualet, su tía, llena de ira y de dolor ante los restos de la tragedia exclama "Que vengan aquí todas las zorras que regateaban al comprar en la pescadería ¿Aun les parecería caro el pescado? ¡A duro debía costar la libra!
Ese mismo año otro valenciano universal, Joaquin Sorolla, al leer la novela de Blasco Ibañez, quedó tan impresionado que pintó una de sus grandes obras maestras a la que tituló "Aun diran que el pescado es caro" Con este cuadro el gran pintor del "azul Mediterraneo" obtuvo en 1895 la Medalla Especial de primera Clase de la Exposición Nacional de Bellas Artes. Meses después lo adquirió el Estado español y hoy podemos contemplarlo en el Museo del Prado.
Sin duda estamos ante una de las mayores obras del llamado "realismo español"
......Le veo todas las tardes sentado en el suelo muy cerca de la puerta principal de la Lonja del pescado. Siempre anda arreglando metros interminables de redes que sobre la piedra del muelle descansan esperando, sin duda, la caricia de sus manos. No se la edad que tiene, ni el tampoco, si es consciente que ha pasado los setenta y cinco años pero no sabe cuantos mas tiene ahora mismo. Además, me dijo, tampoco necesito saberlo. Cuando mi cuerpo se canse de trabajar y no pueda mas, plegará y se acabará esto. ¿Para que quiero saber la edad?
Es de baja estatura y de piel oscura y tostada por sales y soles del mar que ha sido su único medio de vida desde los doce años que, según me dijo, fue cuando se embarcó por primera vez. Calza unas viejas esparteñas de cáñamo. Un pantalón de color indefinido cortado unos dos palmos por encima de sus tobillos y sujeto a su cintura por un descolorido y viejo cinturón negro que le puede dar dos vueltas a su estrecha cintura. Lleva una camisa de manga corta, a cuadros, abierta siempre y con los faldones por fuera y sobre su torso quemado por la brisa del mar una camiseta, blanca, de tirantes (de esas de toda la vida)
Sus manos agrietadas, encallezidas y con las uñas rotas, se mueven a una velocidad pasmosa arreglando y cosiendo los desperfectos de las redes. Es puro nervio aunque su mirada apenas se distrae de la tarea que lleva a cabo y cuando levanta la vista lo hace siempre para mirar el mar que tiene frente a el al otro lado del rompeolas que proteje en puerto.
Se llama Joaquin y todo el mundo le conoce en este pueblo. Muchos, incluso, entablan conversación con el cuando pasan por allí y, aunque no se distrae nunca de sus quehaceres, para todos tiene una frase amable o un intercambio de pareceres.
Cuando supo, después de varios días de verlo, que yo era periodista me mostró su enfado. No conmigo, por supuesto, sino con todo el colectivo en general. Está molesto porque, según él, nos "preocupamos" de los agricultores, de los ganaderos, de los exportadores, de los empresarios... pero ¿quien se ocupa de los pescadores? ¿Quien sabe lo que pasamos para poder traer un duro a las casas? ¿Quien cuenta a como esta el "gasoil" y lo que nos cuesta? ¿Quien se preocupa de las penurias que pasamos cuando apenas traemos a la lonja un par de cajas de pescao? ¿Sacan algo los periódicos? ¿Dicen algo en la tele o en la radio? Eso si, me dice enfadado, si hay una desgracia vienen a cientos. Camaras, micrófonos, fotógrafos... no nos dejan en paz ni un momento pero por lo demás nadie se preocupa de nosotros y somos un colectivo que lo esta pasando muy mal. Antes estábamos mal, me dice, pero desde que mandan los de Europa ahora es cuando tenemos las cosas peores. Pero claro, aquí nadie dice nada ni nadie se entera.
Que si aquí puedes pescar, que si por aquí no. Que si la veda, las medidas, los caladeros de los "moros" en las Canarias... las multas como te pillen... Eso no lo cuenta nadie y parece que tampoco le interesa a nadie.
Luego en verano queda muy bien, se confiesa, venir a la Lonja a comprar pescao o ir al puesto para comprarlo y hacer un arroz o una cazuela. Pero eso es en verano solamente, el resto del año, nadie sabe que existimos y lo que sufrimos.
Joaquín me habla de su vida. No todo son quejas desde luego. Tiene tres hijos y todos han seguido sus pasos. Andan enrolados en diferentes barcos y con distintos patronos. El ya no sale a la mar. No tiene edad, ni fuerzas, pero tampoco le dejan ni sus hijos ni sus niestos. Desde que enviudó se pasa el día en el puerto, invierno o verano, ayudando en todo cuanto puede. Si tiene que amontonar cajas, las amontona. Si tiene que arreglar aparejos lo hace. Si le piden ayuda para limpiar algún casco en tierra allí que se presenta con espátula y cepillo. Todos saben que pueden contar con el. En eso mato el tiempo, me confiesa, y así no me doy cuenta que pasan los días.
Estoy entretenido, soy útil y no le hago daño a nadie. Ni le quito trabajo a nadie pues esto no se paga y ademas, me dice, a mi solo me invitan a algún carajillo, un chatico de vino o a almorzar por las mañanas cuando estos, y señala a la Lonja, preparan algún rancho a la plancha con un tomatico partío.
Cuenta que lo ha pasado muy mal. Que han sido muchas penurias y estrecheces para sacar a los hijos adelante pero que también tiene que dar gracias a Dios porque le ha salvado la vida en varias ocasiones.
Siempre luchando con el mal tiempo. El levante, el lebeche, el poniente... borrascas y tormentas. Olas de siete y ocho metros que dejaban la embarcación a merced del mar enbravecido. Y la lucha para recoger las redes o subirlas a bordo soportando la fuerza de las olas sobre todos ellos que, algunas veces, se tenían que atar con maromas al casco para no caer al mar. En mi juventud, en aquellos años, no había tanto aparato como hoy para lo del tiempo. Salías y lo que había te encontrabas. A lo mejor te ibas con un sol precioso y a la hora siguiente te pillaba un vendabal o una tormenta de "no te menees" Era salir a la aventura.
Entonces me habla de su "compare" Miguel. Como un hermano para él. Pero al que perdió un mal día de noviembre, hace muchos años, "alla abajo frente a los moros" (imagino que en aguas marroquíes) cómo no pudo hacer nada por sujetarlo aunque le cogió fuertemente de los brazos antes que un golpe de mar se lo tragara para siempre.
Tenia apenas treinta y dos años. Su mujer embarazada de siete meses que dio a luz a una niña que jamas conoció a su padre.
Eramos muy jóvenes y con mucha fuerza, me confiesa, pero aquel día no pudimos hacer nada y mi "compare" se lo tragó el mar y nunca apareció su cuerpo. ¿Y sabe usted una cosa? que como no había cadáver pues, la Charo, ni casá, ni soltera, ni viuda. Jamas cobró un duro del seguro ni le pagan ninguna pensión porque como no había cadáver pues tampoco había muerto.
Esto es muy duro, me dice, es muy duro. Muy hermoso porque cuando estas en el mar eres libre y te sientes distinto que en tierra pero luego, todos los días, sabes cuando sales del puerto pero nunca cuando volverás y si es que vuelves que eso nadie te lo garantiza. Yo no me acostumbro y cuando sé que mis hijos salen a la mar, para irse al bacalao o al atún, o lo que sea, hasta que no han vuelto no me quedo tranquilo. Eso no hay palabras para explicarlo. Solo lo siente el que tiene hijos así y ademas ha sido pescador.
¿Y sabe usted lo que mas me "jode"? Que luego vienen los señoritingos a veranear, se les antoja comerse una dorada o unos salmonetes y van y dicen "Huy que caro esta el pescao, vaya un robo... la santaputaquelosparió"
Cuando me marcho del puerto y dejo a Joaquin con su "eterna" faena de arreglar las redes no puedo parar de acordarme de Blasco Ibañez, autor al que confieso tener una gran admiración y del que he leído toda su obra, cuando puso en boca de la tía de Pascualet una frase parecida a la que, Miguel, me ha dicho esta misma tarde. "Y luego dicen que el pescado es caro" ........
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