LA FURGONETA
Todas las mañanas me lo
encontraba . En la soledad de la ciudad desierta, cuando un nuevo día comienza
y todo se despereza intentando salir del sueño en el que las horas han sumido
el entorno. No había nadie por las calles en esos instantes en los que se exterioriza
la lucha entre el día y la
noche. Uno que quiere entrar, la otra que se resiste a
abandonarnos cubriendo el paisaje con un velo de tinieblas. Las manecillas del
reloj, dictadoras y condicionantes del comportamiento humano, marcan apenas las
seis y cuarto de un nuevo día. Una nueva jornada. Todo comienza. Apenas se
adivinan, tímidas, las luces en algunas casas donde la vida también ha
comenzado muy temprano. La ducha, el desayuno, la ropa limpia.... la cama deshecha tras el viaje al mundo de los sueños.
Se apoya, con su pierna derecha,
en la pared de un edificio. En el suelo, a su lado, como un tesoro una
vieja bolsa de deporte que guarda en su interior, supongo, algún bocadillo, un
refresco y poco más. La subsistencia del día a día. Manjares de pobre para un
pobre.
Cubre su diminuto cuerpo con un
anorak azul marino que le llega hasta la mitad de los muslos cubiertos y
protegidos por unos viejos pantalones vaqueros. Deshilachados. Los bajos
descansan sobre unas zapatillas deportivas, de color inapreciable, cubiertas
como están de barro y polvo. En la cabeza un gorro de lana de color rojo. Quizá
recuerdo de aquellos otros gorros que, sus antepasados, llevaban en las
altitudes privilegiadas de la Cordillera, en el corazón virgen de alguna selva,
o quizá en los amaneceres cálidos de las
orillas del bravo océano que baña las costas de la tierra añorada a miles de kilómetros.
Está siempre solo. Imagino que
espera la llegada de la furgoneta que le conducirá al tajo inmisericorde donde,
la mayoría de las veces, mas que persona eres un “esclavo” del Siglo XXI
explotado y sin dignidad. Trabajo de penurias y miserias para un sueldo de
miserias y penurias. Trabajo que no quieren hacer los nativos del país y que
él, y miles como él, han venido a realizar precisamente en el mismo momento que
se despertaron del sueño de grandeza que les motivó a cruzar miles de kilómetros
en busca del “Dorado”.
Nunca habla con nadie. No hay nadie con quien
hablar. Solo yo, en la distancia, sigo siendo el mudo testigo de sus soledades.
De su espera. De sus calladas y soñadas ilusiones. Todas las mañanas. Todos los días. Apoyado en la pared....
La furgoneta llegará, se subirá a
ella, y de ahí partirá no se con que rumbo donde le espera el duro trabajo del
campo o de la
obra. Total para conseguir un misero salario que le
sirva para seguir soñando en un mañana
mejor. Se confunde entre tinieblas, como cada amanecer. El, envuelto en su
silencio, sigue soñando mientras espera. Las máquinas de limpieza ya pasaron por esa calle y el suelo esta húmedo como, imagino, esta su alma harta de luchar contra tanta injusticia.
Yo soy el único testigo de sus
soledades. Que día a día, jornada tras jornada, y así durante treinta años
caminaba al encuentro de la “noticia” mientras pasaba por su lado todos los dias.
El sigue esperando la furgoneta
mientras yo le voy viendo desde lejos rodeado de sus soledades y fantasmas.
Cuando por fin llego a su altura
le saludo con un deseo de buenos días. Me contesta en voz baja, como para no
molestarme siquiera con su respuesta: "También los tenga usted" me dice educadamente. Es
el contacto diario de apenas unos segundos.
Seguramente es la primera voz que
escucha en la jornada recién empezada. Ese personaje extraño, que soy yo, y que
día a día se encuentra con él en la soledad de las calles. Ya tenemos hasta
cierta complicidad pues han sido muchos amaneceres, muchos meses, algunos años, los
que ninguno de los dos hemos faltado a nuestra cita con el alba. El en busca
del sustento yo a defender el mío. Doblo
la esquina y le pierdo de vista hasta la próxima vez, el nuevo despertar, que,
me volveré a encontrar con él en la soledad de la mañana que comienza.
No puedo olvidarle. Se ha quedado
unos metros atrás apoyado en la pared de un edificio esperando el transporte
hacia los sueños…………………..
Amigo mío ya no te veré más. Ya,
nuestras horas, no van a volver a coincidir. Se me ha acabado el tiempo de
madrugar. Esas hora tan hermosas cuando, en la soledad del amanecer, caminaba
hacia mi despacho deseoso de encontrarme con la “noticia”, con mis compañeros,
con la actualidad para poder ejercer, en libertad y con libertad, el hermoso
trabajo de “contador de historias”. Todo se ha acabado ¿sabes?
Estoy seguro que tú no me vas a
leer pues ni siquiera sabes quien soy ni como me llamo. O quizá, pobre entre los pobres, en tus humildes orígenes no tuviste oportunidad de aprender siquiera a juntar "las letras".Tampoco te hace falta
saber quien soy. No pierdes nada. Solo quiero decirte, en esta jornada, que yo me he
quedado como tu. Después de tantos años de entrega, trabajo y sacrificios. De
dar toda mi vida al hermoso trabajo de la radio y el periodismo. De eso que
tanto me gusta llamarme a mi “contador
de historias”…..
Yo también, a partir de ahora,
estoy apoyado como lo estas tu en mi particular esquina esperando que, algún
día, pase la furgoneta y me recoja para devolverme de nuevo “al tajo”. Mientras
tanto, amigo desconocido, te pensaré durante mis madrugadas de vigilia y te
“veré” esperando la furgoneta de la ilusión que te permita llevar a tu casa y
tu familia el dinero que con sudor y trabajo te ganas justamente en el trabajo.
Ya ves. Tu no me conoces y estoy
como tu: apoyado en una esquina aguardando que pase la furgoneta.
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